B U R E A U O F P U B L I C S E C R E T S |
Por esta vez han escogido toda una pequeña galaxia de primeras estrellas — y supongo, viendo que son siete, que se trata más bien una pléyade. Tres de ellos me llamaron en las últimas dos semanas y pasamos veladas muy entretenidas de jugosa conversación. Otro visitante fue Harold Loeb, editor en su día de una de las primeras revistas, y la mejor con diferencia, que introdujo en América el arte y la literatura modernos en los años 20: Broom, a la que me suscribí siendo apenas un joven estudiante.
Loeb es también el origen del único personaje simpático en la novela Fiesta de Hemingway. Éste le desaprobaba porque estaba en contra de las corridas de toros. Por otra parte, la gente que le gustaba a Hemingway pasa en la novela por una pandilla desagradable y estúpida. Lo que demuestra cuáles eran sus intenciones literarias.
Sucedió entonces que, sin que yo lo forzase, pasamos todas esas tardes hablando de lo mismo: ¿dónde estarán las nuevas formas de la nueva era en la que estamos entrando? Loeb tiene aproximadamente setenta años, los demás están entre los treinta y los cuarentaypocos. Hugo Claus es poeta, novelista y dramaturgo flamenco; Italo Calvino es novelista, cuentista y editor italiano; Matitayaha Meged, novelista y ensayista israelí.
Todos ellos han participado activamente en la vida y las responsabilidades de su tiempo. Loeb fue uno de los primeros en llevar a América todo un lenguaje, un modo de ver la vida, y también uno de los editores pioneros de la nueva literatura americana. Durante la Depresión estuvo a la cabeza de la Izquierda Tecnócrata. Meged, además de ser un escritor “comprometido”, se lanzó a Alemania desde Israel en un paracaídas y luchó durante la guerra en la más peligrosa de las clandestinidades. Es como dije tan comprometido como te puedas imaginar.
Todos estaban preocupados con lo mismo. ¿Dónde estaban no sólo los Picasso, los Stravinsky, los Apollinaire de la nueva generación, sino la nueva lengua? ¿Dónde el cambio de pensamiento y de expresión que esté a la altura de los enormes cambios en la ciencia, la tecnología o la industria que han seguido a la Segunda Guerra Mundial? Y no sólo en las artes. ¿Dónde están las formas políticas que puedan hacer frente a los nuevos modos de vida y las nuevas demandas? Todos estábamos abatidos por las noticias que llegaban de Francia y de Argelia. Las noticias de Cuba nos desconcertaban. Todas las naciones trataban de resolver los problemas con los métodos de 1806 o 1848 o 1917, pero nunca con los de 1960.
Parecía que a derecha e izquierda, en todo el mundo, los hombres libraban batallas desesperadas en una guerra que ya no existía. Los Sputniks, la automatización, las bombas de cobalto, las medicinas prodigiosas seguían no obstante avanzando. El mundo de la tecnología ha llegado a tener su propio dinamismo, como si las máquinas fuesen inteligentes y luchasen por su propia libertad mientras los hombres quedaran atrás.
Harold Loeb preguntó, “¿Dónde están los Hemingway y Hart Cranes de 1960?” Los europeos preguntaron, “¿dónde está la vanguardia americana?” Todos ellos se preguntaron, “¿Son los beatniks realmente todo lo que hay?”
Yo acababa de estar con un joven de CBS que pasó una mañana entera, micrófono y grabadora portátil en ristre, intentando que dijese algo que no fuese que el uniforme de barba, sandalias, sudadera sucia y pantalones rotos no era más que un traje de franela gris llevado del revés. Al menos yo podía asegurarles que el beatnik no es más que el “hombre de organización” del que habla William Whyte caminando sobre sus manos en su propia órbita estereotipada de Sentimiento de Grupo. Pero ¿dónde estaba lo real?
Estábamos en San Francisco, y el mundo entero sabe que San Francisco y Varsovia son las dos ciudades que en este momento están saltando a una nueva vida cultural. Yo no podía a fe mía dar una respuesta definitiva. Robert Duncan, William Everson, Lawrence Ferlinghetti, Denise Levertov, ¿es ésta la nueva poesía, en el sentido en el que lo fueron Rimbaud o Apollinaire o Eluard? No lo creo. Clyfford Still, Mark Rothko, Mark Tobey, Ernest Briggs, ¿son la nueva pintura, en el sentido en que lo fueron Picasso, Klee y Kandinsky en su momento? Sí y no, probablemente no más que la poesía, pero el gran salto adelante que tuvo lugar en San Francisco y cerca de la Décima Avenida de New York tras la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en una fórmula en todo el mundo.
¿El Jazz? ¿Charles Mingus, el Modern Jazz Quartet hablan plenamente del presente? Estábamos de acuerdo en que son muy buenos, excitantes, auténticas fieras del swing, pero también en que si no sabías nada de música podías sobrevalorar fácilmente los avances musicales del jazz más moderno.
Yo, por mi parte, me ví llevado por las discusiones a una especie de conclusión. Me encontré explicando que lo que está cambiando más profundamente hoy no es la vanguardia, que está quedando realmente atrás, sino la cultura de masas. Me parece que nuestra cultura está creciendo horizontalmente a expensas de su desarrollo vertical. El modelo de vida se está elevando en América y en Europa Occidental, y ahora en Rusia. Donde no lo hace, la gente exige ruidosamente saber por qué. Es posible comprar muebles bien diseñados en una tienda barata. La vida de provincias ya no es la misma. Cierto, la impresión del Jarrón con Flores de Van Gogh o de las manzanas de Cézanne que el camarero filipino pone sobre su mantel no son un facsímil ideal perfecto, pero tampoco son peores que otras pinturas populares sentimentales como The Lone Wolf o September Morn. Alguien puede todavía escuchar la “Obertura del poeta y el campesino”, otro probablemente escuche “Cohen on the Telephone”, pero ¿quién compra los discos de Alban Berg o Buxtehude? Una vez que esta difusión de "alta cultura", esta democratización del arte haya alcanzado sus límites naturales, imagino que el crecimiento cuantitativo disminuirá y habrá un nuevo florecimiento cualitativo.
Después de todo, como indiqué a Harold Loeb, puede haber sido muy excitante formar parte de la vanguardia de los primeros treinta años del siglo, pero muchos de nosotros no estábamos. Nos conocemos todos. Puede que yo me suscribiese a Broom cuando sólo era un estudiante de provincias, pero cuando entré en la oficina y me presenté, la secretaria dijo, “¡Hey, aquí tenemos a un suscriptor!”
KENNETH REXROTH
7 de febrero de 1960
Versión española de una de las crónicas que Kenneth Rexroth escribió en 1960 para San Francisco Examiner, y que Ken Knabb ha empezado a recopilar en su archivo de Rexroth bajo el título San Francisco Fifty Years Ago. Traducción de Luis Navarro
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