B U R E A U O F P U B L I C S E C R E T S |
El movimiento por la liberación femenina, teniendo origen por
oposición al movimiento masculino, nunca escapó realmente de las
mistificaciones de este último, sino que las reprodujo bajo nuevas
formas, ya que el hombre de paja del fascismo fue sustituido por el
machismo. En su intento de superar la jerarquía abierta del Movimiento
terminó creando jerarquías informales. La crítica del Movimiento por
definirse sólo en términos de la opresión de los demás, simplemente
sustituyó al militante penitente purgándose frente a la imagen de la
Revolución del Tercer Mundo con la hermana rindiéndose a una
femineidad abstracta.
Dentro del Movimiento la posición de la mujer a menudo era comparada con la de los negros y otros grupos super-oprimidos. Pero la cuestión femenina era esencialmente diferente, ya que nunca podría ser considerada como una cuestión de supervivencia. Los factores que constituyen la alienación particular de las mujeres tienden a ocupar un lugar central, avanzado: la familia, los roles sexuales, la banalidad y el aburrimiento de las tareas domésticas, la ideología consumista.
En los primeros grupos de discusión hubo un comienzo de crítica de la vida cotidiana y especialmente de los roles. Pero esta crítica terminó cerrándose y rigidizándose en torno a los problemas de las mujeres; sólo consideraba a las mujeres como mujeres. La mujer individual se encontró con una sesión de terapia o grupo de encuentro donde iba a sensibilizarse sobre su opresión como mujer y revolcarase en ella, repasando cada detalle hasta que su sensibilidad se convirtiera en resentimiento y su crítica en una crítica moral. Una política de resentimiento hacia los opresores, los hombres, y una solidaridad abstracta con todas las mujeres sustituía cualquier sentido crítico que pudo haber tenido al comienzo de su toma de conciencia. Ahora la hermana no exigía algo tan complejo como un sistema para transformar, sino más bien un adversario viviente para atacar. Su furia de superar su condición excitaba su agresión contra los hombres y su resentimiento se materializaba en la producción de espectáculos para acechar su conciencia culpable. . . .
Compartiendo este melodrama estaba el menos conocido antihéroe de la liberación femenina el novio de la hermana. Su apariencia arrastrada y levemente aterrorizada atestiguaba su cansadora lucha para liberarse de la opresión de su novia. Si él al principio se mostraba hostil ante las jeremiadas de ella, pronto reconoció que su propia alienación era insignificante en comparación con la de las mujeres. Para este San Antonio, asediado por los fantasmas de sus crímenes contra la mujer, la Liberación Femenina llegó justo a tiempo para reemplazar a su actividad impotente en el colapso del Movimiento.
La Liberación Femenina rechazó la jerarquía del movimiento de hombres, pero nunca fue capaz de superar la jerarquía dentro de sus propios grupos. Dado que su práctica organizativa se basaba en una democracia abstracta en la que todas las mujeres eran admitidas, los grupos se vieron cada vez más obligados a confinar su práctica interna a la lucha contra la jerarquía informal y la especialización, por medios cuantitativos: el grupo pequeño, rotación automática de las tareas, criterios de exclusión cuantitativos. Pero todos estos métodos sólo lograron ocultar el mantenimiento de las separaciones y de las desigualdades absorbidas inicialmente. La contradicción entre la posición antijerárquica del movimiento de mujeres y su solidaridad abstracta con todas las mujeres sentó las bases para la división entre antisexistas y antiimperialistas en la Conferencia de Vancouver (abril 1971), donde las antisexistas del Manifiesto del Cuarto Mundo expusieron la apelación manipuladora de las antiimperialistas a la hermandad de mujeres con el fin de preservar un frente único estalinista, mientras que al mismo tiempo tendían los brazos a un grupo de hermanas enviado a la conferencia como un cuerpo de relaciones públicas por parte del Estado Nor-Vietnamita.
El papel de la Liberación Femenina ha sido incitar a la sociedad dominante a realizar la igualdad abstracta de la proletarización total. Con la demanda de más puestos de trabajo y de una transferencia de las tareas domésticas al sector público, el movimiento de mujeres ha trabajado, en efecto, para la integración de las mujeres en un sistema de alienación más racional. Todas las variedades del feminismo tienen en común un programa reformista, aunque algunos traten de disimular esto diciendo que las mujeres en sí son una clase revolucionaria. Ellos no ven a los hombres y las mujeres bajo la servidumbre de la mercancía, sino a la mercancía al servicio del machismo, al cual falazmente identifican con el poder. . . .
(Borrador inédito del grupo Contradiction, 1972)
Versión española de Womens Liberation. Traducción de Ricardo Fuego.
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